Por décadas se planteó la flexibilidad laboral en contraposición a la estabilidad en el empleo, otorgándole así una connotación negativa. Sin embargo, esta dicotomía ha comenzado a ser superada, influyendo en ello la incorporación creciente de mujeres al mundo del trabajo, así como la llegada de nuevas generaciones a las empresas.
María Paz Guerra, abogada de Lagos & Asociados, señala que hoy también existe claridad de que una jornada laboral extensa no es sinónimo de mayor productividad. Ello abre la posibilidad de establecer sistemas de trabajo con jornada parcial, trabajo remoto o desde la casa.
“Para ello se requiere crear sistemas de evaluación eficientes y cambios legislativos que permitan adaptar los sistemas de distribución de jornada a estos nuevos tiempos, eliminando así el sesgo de precariedad con que ha sido analizado el trabajo parcial o a distancia”, apunta.
Guerra dice que para que lo anterior suceda es necesario ser conscientes de que un cambio de mentalidad no es una tarea fácil y de que existen áreas de la producción en las cuales, por tratarse de actividades de proceso continuo, resultan más difíciles cambios de esta naturaleza.
“Si bien nuestra legislación laboral -desde la perspectiva de los empleadores- resulta ser muy estricta, todo indica que para alcanzar mayores estándares de competitividad a nivel internacional se requiere otorgar una mayor flexibilidad. Para ello es imprescindible un cambio legislativo, que rompa con el paradigma de que la flexibilidad laboral está asociada a menores salarios, otorgando incentivos o franquicias a las empresas que privilegien estos nuevos sistemas de trabajo”, apunta.
Artículo de Rosa Martínez
Fuente: El Mercurio