Las mujeres trabajan más horas que los hombres, perciben menos ingresos, participan menos de la fuerza laboral y laboran en condiciones de informalidad en mayor proporción. Así lo dejan en evidencia datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), que muestran que apenas el 48,5% de las mujeres participa en el mercado laboral chileno.
Según la fuente, la tasa de participación femenina nacional implicó, durante 2017, una brecha de -22,7 puntos porcentuales (pp.) en comparación con los varones. Además, la cantidad de mujeres inactivas o fuera de la fuerza de trabajo sumó 3.881.508 a nivel nacional, mientras que el número de los hombres inactivos alcanzó 2.103.550.
Aunque las cifras siguen siendo alarmantes al comparar Chile con el promedio de los países OCDE (61%) y con la media del resto de países de América Latina (55%) la verdad es que, si se analizan las cifras a través de los años, es posible percibir un aumento en la participación económica de las mujeres.
A partir de 1990, no ha habido un año en que la participación laboral femenina se haya reducido, siendo un hecho transversal para todas las generaciones. Ya no es novedad encontrar mujeres en prácticamente cualquier rubro, no solo en mandos medios, sino también en puestos ejecutivos.
En el marco de la “Cumbre Mujeres, Nuestro Futuro Hoy”, llevado a cabo por la empresa SURA y Mujeres Empresarias, la economista Andrea Repetto se refirió a cómo las mujeres en Chile han irrumpido en términos de participación laboral y educación, al punto que hoy más de la mitad de los estudiantes universitarios son mujeres.
“Es cierto que las tasas siguen siendo más bajas que otros países OCDE, incluso en comparación con algunos países de América Latina, pero no deja de ser impresionante”, aseguró.
Aun así, siguen existiendo diversas barreras, y una de ellas es que el cuidado sigue relegado a la mujer. Según los datos del INE, cuatro de cada 10 mujeres que están fuera de la fuerza de trabajo, a nivel nacional, aseguran que se encuentran en dicha situación por diversas razones familiares permanentes.
A consideración de Andrea Repetto, es necesario avanzar hacia una corresponsabilidad en el otorgamiento de beneficios y ejecución de ciertas leyes. Dos ejemplos son la sala cuna y la Ley Sanna que, al solo “beneficiar” a las madres, delegan a las mujeres las labores de cuidado.
Consuelo Urquiza, HR manager de Kimberly-Clark Chile, señala que, en pos de lo anterior, las empresas han ido modificando sus prácticas y estructuras en la medida que las mujeres han hecho notar y sentir su influjo.
¿Qué ocurre cuando la maternidad se hace presente?, ¿cómo están respondiendo las empresas, más allá del beneficio de sala cuna, al gran desafío de equilibrar el trabajo con la justa aspiración de las mujeres de criar y ver crecer a sus hijos?, y ¿qué herramientas pone la empresa a disposición de las madres que quieren seguir desarrollándose profesionalmente?, son algunas de las preguntas que, según Urquiza, deben guiar los cambios en las organizaciones, en pro de un mejor desempeño y de resultados óptimos.
Artículo de Rosa Martínez
Fuente: Economía y Negocios