
El valor de la creatividad en el éxito empresarial
He aprendido que la inteligencia artificial puede procesar información y entregar respuestas de todo tipo, pero no puede imaginar.
Porque la creatividad no nace de…
Durante décadas, la contabilidad fue considerada el lenguaje universal de los negocios. Sin embargo, hoy vive una crisis silenciosa: se ha transformado en un trámite, un cumplimiento más dentro de la burocracia empresarial. Su propósito original, “entregar información confiable para medir, controlar y gestionar” se ha diluido entre formularios, plazos y declaraciones.
Pregúntele a cualquier empresario qué le interesa de su balance y probablemente responderá: “la última línea”. Cuánto gané o cuánto perdí.
Pero un balance no es solo un resultado; es una radiografía del estado de la empresa.
Lamentablemente, pocos lo leen así. Ni los empresarios comprenden lo que dicen sus números, ni muchos contadores logran que esos números hablen por sí mismos.
Hace poco, una ejecutiva bancaria me comentó algo alarmante:
“Los balances que recibimos no son confiables; no cuadran con las demás fuentes de información del banco.”
La frase resume el deterioro de la confianza en la contabilidad como fuente de verdad.
¿Cómo sabe un ejecutivo “o un gerente” que el balance que tiene en sus manos es la última versión?
¿Cómo puede estar seguro de que todos los procesos contables están cerrados, verificados y conformes?
La trazabilidad contable prácticamente no existe. Y sin trazabilidad, no hay confianza.
En muchas empresas, los balances se “ajustan” a conveniencia.
Uno para el banco, otro para los socios, otro para el Servicio de Impuestos Internos.
Planillas paralelas, correcciones de último minuto, asientos manuales sin respaldo.
La contabilidad se volvió una cocinería: un plato distinto para cada comensal.
Y cuando la información deja de ser objetiva y verificable, la contabilidad deja de ser ciencia y se convierte en relato.
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No es la tecnología, ni los softwares.
El problema es cultural.
Durante años, se ha enseñado a los contadores a llenar balances, no a interpretarlos.
Y a los empresarios, a pedir informes, no a entenderlos.
Ambos terminan siendo asintomáticos de un mal sistémico: operan dentro de la rutina sin notar que están enfermos de falta de información útil.
Cuando una empresa toma decisiones sobre datos incompletos o maquillados, pone en riesgo su futuro.
Cada crédito bancario aprobado sobre balances débiles es una bomba de tiempo.
Cada empresa que gestiona desde la intuición, sin medir ni controlar, se acerca a la quiebra.
La contabilidad, usada así, no genera valor: solo retrasa el fracaso.
Es tiempo de devolverle a la contabilidad su propósito original: ser el centro de conocimiento financiero y estratégico de la empresa.
No se trata de destruirla, sino de reinventarla.
De pasar de la cocina a la trazabilidad, del cumplimiento a la comprensión, del trámite al conocimiento.
Solo cuando la contabilidad vuelva a ser útil, dejará de ser un mal necesario y volverá a ser lo que siempre debió ser: el lenguaje del progreso.
La próxima vez que reciba un informe financiero, no lo acepte como verdad absoluta.
Pregunte:
¿Este informe proviene realmente de la contabilidad o fue armado en un mundo paralelo de planillas y ajustes?
¿Y cuadra con los registros contables oficiales de la empresa?
Si la respuesta es ambigua o evasiva, entonces no está frente a un sistema contable,
sino ante una ficción financiera con apariencia de ser confiable.
Autor: Jorge Valenzuela F.– Gerente General y Fundador de Transtecnia S.A.
de contabilidad, temas laborales, educación, tributarios e innovación

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1 comment on “La contabilidad: el mal necesario que dejó de servir”
Así es verdad, verdad absoluta. El contribuyente le miente al Contador y así sucesivamente. Ya nada es verdad, sólo Declaraciones Juradas.