En estos días, algunos empresarios y representantes de gremios han salido a quejarse. ¿La razón? No les gusta tener que verificar si sus clientes están formalizados, si han iniciado actividades o si cumplen mínimamente con sus obligaciones tributarias. Lo ven como una carga injusta, como si se les estuviera imponiendo el rol de fiscalizadores.
Pero aquí va una mirada distinta. Más incómoda, tal vez, pero más honesta.
📌 No somos islas.
Somos parte de un ecosistema económico, y como tal, tenemos un deber compartido de cuidarlo y disciplinarlo.
¿O acaso alguien se ha quejado de las declaraciones juradas que presentamos año tras año, con las que contribuimos directamente a la fiscalización de otros contribuyentes? Nadie. Porque entendemos que forman parte del juego limpio.
Entonces, ¿por qué rasgar vestiduras ahora por pedir algo tan básico como verificar que quien me contrata o me presta un servicio, esté formalizado?
¿Desde cuándo cumplir y hacer cumplir se volvió algo molesto?
No es correcto ni responsable que los empresarios adopten una postura pasiva, accesoria o incluso excluyente respecto al cumplimiento tributario. Ser formal no es una opción: es el punto de partida para competir en serio. Es la disciplina mínima para construir un país confiable, productivo y justo.
Sí, a veces nos toca actuar como “fiscalizadores indirectos”.
📌 Nos toca pedir RUT.
📌 Nos toca exigir facturas.
📌 Nos toca decir que no cuando alguien quiere hacer negocios en la informalidad.
¿Y eso es negativo? Al contrario: eso es tener carácter, convicción y responsabilidad empresarial.