A veces basta una idea simple para provocar una transformación profunda. A alguien con inteligencia práctica se le ocurrió que la mejor forma de cuidar los recursos del Estado era cruzar datos. No fue magia, fue sentido común.
Los datos estaban ahí, en formato digital, en bases aisladas y aparentemente inconexas: por un lado, los registros de personas que viajaban al extranjero; por otro, las licencias médicas emitidas a funcionarios públicos. Cuando se cruzaron, ocurrió lo impensado: los datos empezaron a hablar.
El resultado fue un verdadero terremoto administrativo. Se descubrieron más de 25.000 funcionarios públicos que habían viajado al extranjero mientras estaban con licencia médica. Esos funcionarios recibieron 35.585 licencias y realizaron casi 60.000 viajes durante sus supuestas “bajas médicas”. Solo ese cruce de datos provocó una disminución inmediata del 15 % en la emisión de licencias falsas en el sistema público.
El impacto económico
El costo de estas licencias fraudulentas para el Estado fue brutal: más de US$ 350 millones en pérdidas. Solo con el ajuste del 15 % inicial, ya se generaron ahorros superiores a los US$ 100 millones, sin necesidad de nuevas leyes ni grandes operativos, solo cruzando información que ya existía.
El efecto fue tan potente que más de 1.100 funcionarios renunciaron voluntariamente, muchos de ellos de alto nivel. Empresas públicas como Codelco, BancoEstado, Metro de Santiago, ENAP, Junji y diversas municipalidades iniciaron sumarios y desvinculaciones masivas. Solo BancoEstado despidió a 91 trabajadores involucrados.
Un nuevo lenguaje para el control financiero.
Este caso nos enseña que está surgiendo un nuevo lenguaje para el control de los recursos financieros: el control basado en datos reales, no en planillas ni declaraciones.
Un lenguaje que no se construye con papeles ni discursos, sino con información dura, conectada y viva.
Ya no basta con reportes contables o presupuestos bien presentados. El verdadero control se ejerce cuando los datos se cruzan, se procesan y revelan comportamientos, patrones y verdades incómodas. La eficiencia, la ética y el uso responsable de los recursos dependen hoy más de los algoritmos que de los informes tradicionales.