“Revisaremos aspectos trascendentales que profundizan la precariedad laboral en nuestro país, como ocurre en materia de duración de la jornada de trabajo, para llegar gradualmente a 40 horas”, estipulaba una de las propuestas programáticas que impulsaba el diputado magallánico durante su campaña presidencial. Frente a ello, Jara zanjó este martes, tras su bilateral con el actual ministro del Trabajo, Patricio Melero, que el objetivo en cuestión con la medida es “alcanzar los estándares de todo el sistema internacional de la OCDE donde la rebaja de la jornada laboral, acompañada también de un aumento de productividad que es necesaria para nuestro país y de empleabilidad, se conjuguen como medidas que sean complementarias”. Lo que sí, advirtió que dicha reforma resultaría de una etapa de diseño previa, y también, del “diálogo social”.
De acuerdo a los últimos datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el desempleo en Chile mantuvo su senda a la baja en el trimestre móvil octubre-diciembre de 2021, al retroceder hasta 7,2%, su menor registro desde el último trimestre de 2019, cuando se ubicó en 7,1%. Con esto, la tasa de desocupación acumuló ocho disminuciones anuales consecutivas. Sin embargo, el sistemático aumento de los índices de participación y ocupación de la fuerza de trabajo -que culminaron el año pasado en 58,5% y 54,3%, respectivamente-, aún están lejos de retomar los niveles que mostraban en periodos previos a la irrupción de la pandemia, según manifestó a fines de enero el subdirector técnico del INE, Leonardo González.
A esto se suma un escenario de desaceleración económica, ya que, tras el boom que anotó la actividad, apoyado por los retiros del 10% y las transferencias del Estado el año pasado, los expertos consultados en la última Encuesta de Expectativas Económicas (EEE) publicada por el Banco Central estiman que la economía chilena se expanda 2,1% en 2022.
¿Es el momento?
A la luz de las cifras, el economista y director del centro de Encuestas y Estudios Longitudinales de la Universidad Católica, David Bravo, aseguró a Emol que “no es el momento apropiado para avanzar en esta medida en el corto plazo”, y el motivo principal lo atribuye a la realidad del mercado laboral en Chile. “No obstante estar en el mes con mejor resultado de estos últimos dos años en términos de los empleos, y en los datos más actualizados hemos recuperado el 90% de los empleos perdidos, ese 10% de empleos que falta, sumado a los empleos que deberíamos tener por las personas que se han incorporado en estos dos años a la fuerza de trabajo, llega a una cantidad de personas del orden de 700 mil empleos que deberíamos hoy día recuperar para poder estar recién en la situación que nos encontrábamos en febrero de 2020”, indicó.
Respecto del mismo cálculo, mencionó que si a esos 700 mil puestos de trabajo se le sumara el número de personas que se mantienen desocupadas, el resultado “lleva a la tasa de desocupación que tenemos hoy día, que es de 7% en los últimos datos del INE, a una tasa de desocupación encubierta de 14%”, dijo.
Al comparar históricamente, Bravo explicó que dicha cifra “equivale a los peores momentos de la crisis asiática a fines de los años 90, y es una tasa mucho más alta que la última crisis que tuvimos internacional, que fue la de 2008-2009”.
“O sea la situación actual, de la que estamos todos muy contentos, que se ha ido recuperando el empleo es, no obstante, es una ’emergencia laboral’, lo que pasa es que no se ha declarado esta emergencia, y por lo tanto, en materia laboral, el principal objetivo que deberíamos tener como país, las autoridades salientes, las autoridades entrantes, es el recuperar estos empleos”.
Productividad y gradualidad
Por su parte, Hermann González, coordinador macroeconómico de Clapes UC, hizo hincapié en la relevancia que le dio el próximo ministro de Hacienda, Mario Marcel, a que la reducción de la jornada laboral a 40 horas vaya acompañada de un impulso de la productividad.
En ese sentido, González comentó, en entrevista con EmolTV, que “la productividad en Chile ha estado estancada por varios años, y eso también afecta la capacidad de crecimiento de la economía, afecta la competitividad internacional, y, básicamente, me parece sensato y me parece adecuado poner el enfoque de la productividad junto con la reducción de la jornada laboral, y no como había sido hasta hora que solo el foco había estado en reducir la jornada laboral sin tener en cuenta los efectos que eso genera”.
Y continuó diciendo que “lo que importa” es analizar “cómo Hacienda pone ese punto sobre la mesa, en el sentido de que esto vaya acompañado con más productividad, para acotar el impacto que esto tiene sobre la economía, sobre los costos de las empresas, y generalmente sobre el empleo, que puede terminar siendo afectado si esto es solo una política de reducción de horas y no va a acompañado con un aumento de productividad”.
En efecto, un estudio elaborado por la Comisión Nacional de Productividad (CNP) publicado en abril de 2020 evidenció que una reducción en la jornada semanal de 45 a 40 horas –equivalente a un 11%- produciría una disminución en torno al 5% en las horas anuales efectivamente trabajadas; una caída de las remuneraciones mensuales reales en el rango de 0,5 a 5,5%; reduciendo el crecimiento del PIB anual entre 0,5 y 1,5%. De paso, la medida también afectaría el crecimiento anual de la productividad entre 0,1% y 0,4%, a raíz de la reasignación del empleo.
Por lo mismo, Carlos Smith, docente e investigador del Centro de Estudios en Economía y Negocios de la Universidad del Desarrollo, señaló a este medio que se ha visto que en algunos países “la productividad aumenta cuando bajan las horas laborales. Entonces, lo interesante sería implementarlo gradualmente e ir midiendo qué pasa con la productividad en cada sector, porque no todos los sectores de la economía funcionan de la misma manera”. Tras ello, se refirió a los costos asociados, puesto que “los costos laborales para las empresas pueden perjudicarnos a la larga desde el punto de vista del empleo, desde el punto de vista también de los precios, por lo tanto, hay que mirarlo con detención. Yo creo que sí o sí esto tiene que ser gradual, y tiene que ser medido”.
Incluso, Bravo apuntó que “si esta medida se toma de esa manera tan abrupta, en la práctica es aumentar costo laboral en 12% para personas que están trabajando 45 horas, y eso ciertamente puede tener efectos negativos sobre el empleo. Si se tuviera que implementar algo de esa naturaleza habría que hacerlo con gradualidad, precisamente porque eso es lo que permite que los contratos laborales se ajusten”.
¿Qué se requiere?
Para González, es “extremadamente necesario que este tipo de políticas vaya acompañado por una mejora, por ejemplo, en el sistema de capacitación, y una capacitación permanente y mejoramiento de la fuerza de trabajo que acompañe este proceso que, por cierto, además tendría que ser gradual, para no tener impactos inmediatos en el mercado laboral”. Sobre este punto, Smith sostuvo que la “educación es un tema importante, y esta mayor productividad laboral también tiene que ir asociada con mayor productividad del capital.
Nuestra economía se ha basado mucho los últimos años en el aumento de la productividad del capital más que del trabajo, de hecho, la productividad del trabajo ha caído”.
“Por lo tanto, tenemos que trabajar en la productividad laboral, pero sin olvidarnos también de la productividad del capital para lograr que se terminen creando finalmente empleos netos”, concluyó.