Pero cada día que se posterga el salto digital, su competitividad se erosiona.
Los clientes avanzan, los procesos se automatizan, la información se mueve más rápido.
Y la contabilidad que no evoluciona, se vuelve invisible.
La procrastinación contable se disfraza de frases razonables:
“Estamos evaluando”.
“Aún no es prioridad”.
“Funciona bien así, no hay urgencia”.
Pero detrás de esas frases hay un miedo no resuelto: el miedo a dejar de ser útil en un mundo que ya cambió.
Decidirse no es tenerlo todo claro, es tener el valor de dar el primer paso.
Las oficinas que se atreven a migrar hacia modelos Fintech Contables descubren que el cambio no era tan complejo como imaginaban, y que los beneficios “eficiencia, trazabilidad, información en línea” son inmediatos.
Las demás seguirán esperando, hasta que descubran que no postergaron una tarea, sino su lugar en la historia.
“El futuro no castiga a quien se equivoca al cambiar; castiga a quien se paraliza esperando.”