La evidencia internacional muestra que una reducción de jornada laboral puede generar incrementos en la productividad pues disminuye la fatiga, los errores, la accidentabilidad, el ausentismo y los conflictos entre la vida personal y laboral, entre otros. Estos beneficios son menores mientras más baja es la jornada laboral, pues el efecto fatiga es menor. Pero también genera un aumento del costo salarial por hora, pues en general este tipo de políticas incluyen rigidez salarial, lo que puede tener efectos en empleo y/o en salarios ,dependiendo de la institucionalidad laboral de cada país.
¿Cómo obtener los eventuales beneficios y al mismo tiempo minimizar los costos? La evidencia internacional apunta a acompañar los procesos de reducción de jornada con una serie de elementos para incrementar la productividad por hora y contrarrestar el aumento de costos (Kramarz et al, 2008). Entre estos destacan adaptabilidad, gradualidad y contexto.
Respecto de la adaptabilidad, la mayoría de los países que han reducido su jornada han agregado medidas como el cambio desde jornada semanal a jornada promedio semanal, calculado en base mensual o trimestral en su mayoría, incluso hay casos donde el promedio se calcula en base anual, en general mediante acuerdo con los sindicatos. La adaptabilidad es en extremo relevante, pues permite abordar de mejor manera la heterogeneidad de los trabajadores y empleadores, así como las peculiaridades de los diferentes procesos productivos. La evidencia empírica respalda que mayores grados de adaptabilidad tienen efectos positivos y relevantes en la productividad de los trabajadores (Boltz et al. 2020).
Respecto a la gradualidad, las rebajas de jornada implementadas en varios países han sido paulatinas, de manera que el mundo laboral se pueda adecuar, principalmente por los efectos negativos colaterales previsibles, como lo es para personas cuya remuneración es variable. Además, la gradualidad permite generar un proceso de aprendizaje ordenado sobre las consecuencias de la reducción en diferentes dimensiones, así como estrategias de educación y capacitación, para que las personas puedan incrementar su capacidad de aprovechamiento del tiempo adicional disponible para el desarrollo de su vida personal y del trabajo.
Finalmente, respecto al contexto, sabemos que los países que, redujeron su jornada laboral a 40 horas, ya venían experimentando aumentos significativos en su productividad. Es importante considerar el contexto económico y social en que se discute la reducción de jornada en Chile: los elementos del ciclo económico, otras presiones del mercado laboral, tales como mayores cotizaciones previsionales, cambio tecnológico, flujos migratorios, rápido envejecimiento de la población, entre otros. Sin incorporar estos elementos, cualquier análisis estaría incompleto.