Resistido, pero rápidamente implementado, el alza de tasas del impuesto a los alcoholes fue parte de la Reforma Tributaria de 2014, y comenzó a regir desde el 1 de octubre desde ese mismo año.

Hoy, y ad portas de que el gobierno envíe un nuevo proyecto tributario con énfasis en la modernización, el gravamen vuelve a ponerse sobre la mesa y estaría en el set de los tributos analizados por el Ejecutivo, ya sea desde el punto de vista de las tasas vigentes, como de su eventual reformulación.

Cabe recordar que en la reforma se aumentó el gravamen ad valorem de vinos y cervezas desde 15% a 20,50% y de los destilados, desde 27% a 31,5%.

Pero ¿cuánto se ha recaudado a la fecha? y más importante, el tributo ¿ha cumplido el objetivo de desincentivar el consumo?

Según datos publicados por la Tesorería General de la República tras una solicitud vía Transparencia, la recaudación por concepto de este impuesto asciende a más de $737 mil millones (equivalente a US$1.128 millones, ajustado según dólares de cada año) entre octubre de 2014 y diciembre de 2017.

El top de la recaudación se la lleva por lejos la cerveza, con un monto de casi $334 mil millones (equivalente a US$510 millones) en el mismo período, seguido por el vino con más de $216 mil millones (equivalente a US$330 millones) y por último los destilados, con más de 187 mil millones (equivalente a US$286 millones), todo ajustado a dólares promedio de cada año.

En términos porcentuales, la recaudación en 2015 (el primer año de aplicación anual del impuesto), la recaudación creció 22% en vinos, 48% en cervezas y 8,5% en destilados. Sin embargo, al cierre de 2017, las variaciones se moderan: la recaudación del vino aumentó sólo un 1,8%; la cerveza 1,1% en tanto que los destilados caen 2,3% en su recaudación.

¿Rediseño?

En la industria existe preocupación por el tema, considerando que la anterior alza de las tasas tomó datos de la Organización Mundial de la Salud que mostraban un alto consumo de alcohol de los chilenos (9,6 litros per cápita al año) lo que según se determinó después, estaba distorsionados, porque recogían la pérdida de producción del terremoto de 2010.

Dicho eso, según el gerente general de Capel Claudio Barraza, se deben tomar en consideración tres temas: el gravamen existente, el objetivo de estos impuestos y a quién se le está aplicando.

Según Barraza el objetivo que se declaró en ese minuto “era reducir el consumo de alcohol vía aumento de precios, esto no ocurrió y fue absorbido por la industria, no traspasado al consumidor final. Por lo tanto, son los productores agrícolas los que están pagando finalmente este impuesto, con un tremendo impacto en los productores pisqueros”, recordando que la industria genera más de 3.500 empleos estables y 20 mil en épocas de vendimia y cosecha.

Una lectura similar plantea la gerente general de la Asociación de Productores de Cerveza de Chile (Acechi) Ximena Bravo.

Asevera que en la pasada Reforma Tributaria “se perpetuó el sobregravamen a las cervezas en comparación con otros alcoholes de mayor graduación alcohólica. En este aspecto, es importante destacar que estamos hablando de la bebida con menor graduación, pero que su vez tiene la mayor carga tributaria por grado de alcohol. El alza del impuesto específico del 2014 nos llevó del 15% al 20,5%. Con ello, la cerveza tiene una tasa mayor a 4% por grado alcohólico, mientras que la de los destilados no llega al 1%”.

Con todo, la posibilidad de una revisión del tributo no le parece descartable desde la perspectiva de equilibrar los tributos entre las industrias afectas a tasas; esto es cervezas y vinos, por una parte, y destilados, por otra. “Si se considerara un aumento del impuesto con fines correctivos, el foco debe estar puesto en nivelar la cancha hacia los alcoholes de mayor graduación”, pero no “un nuevo incremento de impuesto afectaría muy negativamente a una industria que en su mayoría está compuesta por microempresas o pymes”, afirma.

¿Qué dicen los expertos?

Según el experto de BDO Rodrigo Benítez, “el impuesto está diseñado de manera adecuada. Es muy delicado querer cambiar la estructura del impuesto considerando que el año 2000 el país fue sancionado por la OMC (Organización Mundial del Comercio) por considerarse que el impuesto era discriminatorio en contra de productos extranjeros como el whisky, en beneficio del pisco. Por otro lado, tampoco se puede recargar aún más la producción nacional de alcoholes tradicionales como el pisco y los vinos”.

Desde otro punto de vista, el académico de la U. de Chile, José Yáñez, plantea que respecto de este tipo de tributos “correctivos” el diseño debiera abordarse desde una perspectiva regulatoria y no recaudatoria. “Lo debería busca el impuesto es desincentivar el consumo excesivo, terminar la externalidad negativa, pero en Chile se ha manejado siempre desde el punto de vista recaudatorio, por la plata que genera al Fisco, que es justamente lo contrario a lo que debería ser. Y ahí está la oportunidad de hacer un trabajo serio”, explica.

Artículo de Paula Gallardo

Fuente:  La Tercera

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