Recientemente, el diagnóstico de cáncer de Rafael, un ídolo querido por generaciones, nos ha llevado a reflexionar sobre la naturaleza de las amenazas que enfrentamos, tanto en el cuerpo humano como en nuestra sociedad. Su lucha nos recuerda que el cáncer no surge de un día para otro: es un proceso silencioso que comienza con una célula que pierde su propósito, corrompe su entorno y se replica sin control, afectando la salud del organismo entero. Esta batalla nos ofrece una poderosa analogía con la democracia y cómo debemos cuidarla para evitar que se deteriore.
En el cuerpo humano, el sistema inmunológico es nuestra primera línea de defensa. Cuando un invasor como un virus o una célula cancerígena aparece, los linfocitos entran en acción. Los linfocitos B, como expertos investigadores, crean anticuerpos que marcan al enemigo, señalándolo para que los macrófagos, los “agentes de limpieza”, lo eliminen. Este sistema organizado y eficiente no solo combate las amenazas, sino que aprende de ellas para enfrentarlas mejor en el futuro.
¿Y si aplicamos esta lección a la democracia?
En una democracia, las amenazas como la corrupción, la mentira, la violencia y la falta de principios éticos actúan como un cáncer. Si no son detectadas y combatidas a tiempo, corrompen las instituciones, dividen a la sociedad y ponen en riesgo la libertad. Las instituciones democráticas, los ciudadanos informados y los valores éticos deben funcionar como un “sistema inmunológico colectivo”, marcando a los responsables de estas acciones nocivas no por lo que dicen, sino por lo que hacen. La maldad no se mide por las palabras bonitas, sino por los actos que socavan la armonía, la confianza y la coherencia social.
El sistema linfático, que transporta y organiza las defensas del cuerpo, es comparable a los canales de comunicación y diálogo en una sociedad. Medios libres, redes sociales responsables y espacios de debate son esenciales para que las señales de peligro no pasen desapercibidas. Sin embargo, si estos canales se saturan con desinformación, discursos de odio o intereses egoístas, las defensas de la democracia se debilitan, al igual que el cuerpo humano cuando el sistema linfático se bloquea y se expone al cáncer.