Como resultado, la contabilidad sigue siendo percibida como un “mal necesario”, algo que se hace por obligación y no como una fuente de valor estratégico para las empresas. Esta percepción limita tanto el papel del contador como el de la propia información que genera, lo que lleva a que muchas empresas enfrenten dificultades para contar con información fiable y oportuna que les permita tomar decisiones basadas en indicadores claros y fundamentados.
Por otro lado, los empresarios se ven atrapados en un ciclo de baja productividad desconociendo el valor de la contabilidad en estas etapas, normalmente piensan que la contabilidad es un tema para contadores y con esfuerzo saben leer un balance, concentrándose principalmente en la última línea para saber si ganaron o perdieron plata. Hacen grandes esfuerzos para sobrevivir en un entorno competitivo y volátil, pero muchos no son conscientes de que, si contaran con datos financieros adecuados y en tiempo real, podrían mejorar significativamente su eficiencia y precisión en la toma de decisiones y estarían mejor dotados para enfrentar dificultades.
Por eso, mi “religión” es la innovación. Innovar es la única forma de romper con estos ciclos de ineficiencia y permitir un desarrollo real, tanto para contadores como para empresarios. La contabilidad debe transformarse en un motor de valor estratégico para las empresas, y los contadores deben asumir un rol protagónico en este proceso. De lo contrario, seguiremos atrapados en un bucle de ineficiencias que obstaculiza el progreso y el crecimiento.
El cambio es urgente y necesario. La innovación no es una opción, sino una obligación para aquellos que desean liderar el futuro de la gestión empresarial y financiera. Los contadores y empresarios deben unirse en este esfuerzo, para revalorizar la contabilidad como la herramienta esencial que es, y transformar el mundo empresarial desde sus cimientos.