Los pronósticos de crecimiento económico para Chile este 2022 y especialmente pensando en 2023 son cada vez más pesimistas. Que el PIB logre expandirse más de un 2% este año está en los pronósticos de muy pocos, y para el próximo año las apuestas son por un crecimiento casi nulo e incluso el Banco Central no descarta que la actividad termine en negativo.
Todo esto, en medio de una fuerte escalada en los precios que está golpeando duro a las familias -pronto se espera que la inflación acumulada anual rebase el 10%, nivel no visto en décadas en el país- y ad portas del inicio de discusiones de reformas importantes que pretende sacar adelante el Gobierno, como la tributaria.
Los diálogos sociales impulsados por el Ejecutivo para sentar los principios de la reforma ya comenzaron y se espera que el proyecto sea presentado dentro de los próximos meses. La idea es realizar un trabajo prelegislativo y así concretar un “pacto tributario” que perdure en el tiempo, con conversaciones en las que participan empresarios, trabajadores y miembros de la sociedad civil.
Con todo, las autoridades ya han dado ciertas luces respecto hacia dónde apuntaría la el proyecto, el cual probablemente se separará en paquetes distintos, de manera de avanzar rápido con aquellas iniciativas que tengan un mayor consenso en el Congreso y darle más tiempo a otras que requieren mayor discusión.
Entre los focos, según han manifestado desde el Gobierno, está aumentar los impuestos a las rentas personales -sobre todo a la población de mayores ingresos-, junto con implementar medidas para atacar la evasión. También se ha hablado de nuevos impuestos al patrimonio, a emisiones contaminantes y un royalty a la gran minería.
Sin embargo, el gris panorama respecto a la desaceleración económica es preocupante, no solo por el hecho de que la implementación de la reforma debe tener especial cuidado para no golpear aún más la actividad, sino que también porque el crecimiento es considerado como uno de los principales motores de recaudación.
En esa línea, cabe la pregunta si es que la reforma tributaria debiese ser todavía más robusta con miras a obtener la recaudación necesaria para financiar el ambicioso programa del Gobierno del Presidente Gabriel Boric, o si aquello podría ser contraproducente, dado que podría profundizar la desaceleración económica y, por ende, bajarían los ingresos fiscales.
Para José Luis Ruíz, economista de Unegocios de la U. de Chile, el país enfrenta un escenario “complejo” donde se mezcla una alta inflación, con “bajo o nulo” crecimiento en el corto plazo y la necesidad de allegar más recursos fiscales para costear las propuestas del Ejecutivo. “Sin embargo, la crisis sanitaria ha golpeado fuerte los ingresos de los chilenos y no es razonable pensar en fuertes cambios tributarios en general para la población”, subrayó.
Dicho eso, comentó que sería razonable pensar “en el diseño de nuevos tramos tributarios” y que personas que actualmente están exentas, por ejemplo, de pago de impuesto a la renta -que son las de menores ingresos del país- comiencen a hacerlo a tasas pequeñas y, al mismo tiempo, “permitirles rebajas de impuestos de bienes y servicios básicos de manera tal que incluso podrían verse beneficiados de un impuesto negativo aquellos que más necesitan de apoyo estatal”.
También, añadió, se podría considerar grabar las ganancias de capital en instrumentos financieros que se encuentran exentos. “Lo que en el margen daña la inversión, permite allegar recursos de aquellos que poseen más”. “El ideal es generar condiciones de mayor certidumbre que permitan recuperar la tasa de inversión extranjera hacia el país y la confianza de los inversionistas en general, lo que redunda en mayor crecimiento económico y con ello una mayor recaudación tributaria”, aseguró.
Álvaro Moraga, socio Moraga & Cía y académico de la U. Adolfo Ibáñez, valoró que el Gobierno, en particular el ministro de Hacienda, Mario Marcel, apunte a un pacto tributario que perdure en el tiempo, “ya que entiende que la inestabilidad tributaria -que ha vivido Chile desde 2014- es uno de los elementos que más juegan en contra del crecimiento”. Por lo mismo, agregó, “este pacto debe considerar los dos escenarios que están a la vista, y que son la crisis actual (donde se requiere recaudación), y la inminente necesidad de reactivación de la actividad económica (que requiere de incentivos)”.
“Sin incentivos que aumenten la actividad y que con ello generan un escenario de resultados positivos para las empresas, nada se saca con subir los impuestos. Por el contrario, hacerlo lleva a muchas a cerrar, sea porque la actividad se torna inviable, o porque la misma actividad se puede realizar en otras jurisdicciones donde los impuestos son más bajos”, subrayó.
Sobre la idea de subir el impuesto a la renta personal, Moraga recalcó que “el espacio es estrecho”, considerando que las personas que hoy están exentas o lo pagan en tramos muy bajos son aquellas más afectadas por la inflación, mientras que “las personas de mayores ingresos, que lamentablemente representan un porcentaje muy bajo a nivel, ya están en una tasa del 40%”.
De hecho, para él el camino es al revés, “bajando las tasas y otorgando incentivos a la inversión, a fin de atraerla y ayudarla para que tenga resultados positivos, que permitan recaudas y entregar empleo”. Ello, junto con implementar un “IVA personalizado”, a fin de devolver “directamente y en forma mensual” una parte del IVA a las familias más vulnerables.
En tanto, Claudio Bustos, abogado tributario y socio fundador de Bustos Tax & Legal, resaltó que dadas las circunstancias económicas, “es fundamental que la reforma tributaria esté orientada a fomentar, principalmente, el crecimiento económico”. Ello, a través de “tasas de impuesto bajas para la industria, para la inversión, los cual nos permitiría atraer inversión extranjera y fomentar el crecimiento interno”.
“Con ello, podríamos compensar los efectos negativos del decrecimiento y la inflación, contribuir a mantener o aumentar la recaudación fiscal. Si hay crecimiento económico, la recaudación fiscal aumenta por si sola”, sostuvo. “No se obtiene nada con aumentar impuestos si perdemos inversión, si se provoca una fuga de capitales al exterior o si no atraemos inversión extranjera”, añadió.
Además, Bustos afirmó que “las tasas de tributación a las personas de más altos ingresos no resisten otro aumento. En los últimos años ya se incrementó la tasa marginal de un 35% a un 40%, y esa es una tasa más que razonable para un país como Chile.”.
A juicio de Patricio Gana, director de AK Contadores, podría existir espacio para subir el impuesto a la renta personal, pero para generarlo debiese bajar la carga tributaria de las empresas, de modo de generar “un equilibrio”.
“Usualmente cuando se aumenta el impuesto a las personas quienes terminan absorbiendo esos impuestos igualmente son las empresas, entonces por eso es importante bajar los impuestos corporativos para subir los personales y que ese shock inicial sea bien recibido y no genere un daño”, comentó.
Mientras que Andrés Martínez, expuso que lo más relevante bajo su mirada es que la reforma tributaria apunta “a buscar un consenso amplio y ponerse como objetivo cerrar la discusión tributaria por un buen tiempo”.
“No podemos seguir en la lógica de reformas tributarias permanentes, fenómeno que ya se ha normalizado. El debate tampoco tiene que perder de vista la importancia del crecimiento económico que debe ser el centro de cualquier sistema de recaudación. Por último, la reforma debe ir acompañada de compromisos o medidas concretas de eficiencia en el gasto público”, concluyó.