Han pasado 38 años desde que inicié mi camino como innovador, llevando en una maleta mis primeros sueños de transformar la forma en que contadores y empresarios trabajaban en Chile. Fui protagonista de la transición del papel al computador, del disquete a la nube, de los softwares tributarios que imprimían formularios a los ecosistemas digitales que hoy conectan empresas completas e impulsan un nuevo lenguaje de los negocios.
He sido testigo de varias olas tecnológicas, pero ninguna se parece a la que ya estamos viviendo. Lo que ocurre hoy con la inteligencia artificial no es un simple avance tecnológico: es una revolución silenciosa, tan profunda como la Revolución Industrial que transformó el mundo y sus economías, pero ahora en muchos ámbitos nos transformará a nosotros como seres humanos.
La verdadera amenaza no es la IA
Lo declaro con convicción: la IA no es la amenaza.
Lo que realmente puede volvernos irrelevantes es:
📌 La ignorancia y el desconocimiento de cómo usar la tecnología y el conocimiento a nuestro favor.
📌 La mala calidad de la educación, que no prepara a las nuevas generaciones para hablar este nuevo lenguaje y a enfrentar los cambios.
📌 Y sobre todo, la pasividad ingenua con que observamos las disrupciones tecnológicas como si nada fuera a cambiar.
En mis primeros años, el valor de las empresas estaba en las máquinas, las tierras y la materia prima; todo se centraba en la operación, surgía la computación y los ERP. Hoy el mundo cambió; ese valor está en los datos, la información y el conocimiento. Las empresas que sepan aprovecharlos con IA dominarán industrias completas.
Una revolución que no deja huellas
Esta revolución no levanta chimeneas ni produce humo. No tiene fábricas visibles ni ruidos de engranajes.
Está ocurriendo en silencio, entre algoritmos y datos invisibles que ya controlan cómo compramos, vendemos, pagamos impuestos, contratamos servicios o incluso cómo decidimos y administramos nuestras empresas e instituciones.
Muchos aún no lo ven. Pero ya estamos atrapados en esta red de información. Y se hizo evidente cuando el simple cruce de bases de datos permitió destapar malas prácticas y generar millonarios ahorros en una economía alicaída.