Bitácora Innovación

19.11.2022

La inteligencia artificial choca con los directivos

La inteligencia artificial choca con los directivos

La inteligencia artificial [IA] se ha convertido en un eslogan”, según Darío Gil, vicepresidente de IBM y director del laboratorio de investigación más grande del planeta, IBM Research, con más de 3.000 empleados. Todo el mundo lo utiliza, pero muy pocos saben realmente lo que es. “Cualquier soft­ware es tildado de IA”, añade. Aunque data de 1956, las grandes redes neuronales que hacen a los ordenadores capaces de pensar y aprender a reaccionar en función de los datos procesados no tuvieron éxito hasta 2012. En la actualidad, pese a su notable impacto sobre la productividad de las compañías, “la principal barrera para su expansión son los directivos, que la tienen que entender”, explicaba este ejecutivo durante la Reunión Anual de Antiguos Alumnos de ­IESE, celebrada la semana pasada en Múnich. “E integrarla en el día a día del trabajo, lo que requiere cambiar los procesos y nuestra forma de trabajar”.

“Una amenaza para la inteligencia artificial es la falta de entendimiento por parte de los líderes sobre cómo utilizarla para resolver los problemas de sus empresas y hacerlas más competitivas”, coincidía María Marced, presidenta de TSMC Europa, el mayor suministrador de chips del mundo. “En España, los ministerios y las autoridades locales han leído a McKinsey y conocen algunas palabras como algoritmos verdes, que nos piden. Pero yo no sé qué son los algoritmos verdes”, ilustraba jocosamente Inma Martínez, experta en digitalización y asesora en materia de IA a gobiernos como el británico, el español o el europeo. “Necesitamos ayudar a los líderes para que usen esta tecnología”. “Y explicarles la seguridad de los modelos de IA”, agregaba Gil.

La falta de conocimiento de empresas y gobiernos es el motivo por el que la cita de los antiguos alumnos de IESE, que ha congregado a casi 2.000 personas y a un grupo de periodistas invitados por la escuela en la ciudad alemana y virtualmente, ha versado sobre la inteligencia artificial, indica Franz Heukamp, su director general. “Los ejecutivos tienen que entender las nuevas tecnologías, sus posibles problemas y cómo solventarlos. El reto es conseguir que estos conocimientos se trasladen a los modelos de negocio”. Estos algoritmos ayudan a reducir los costes empresariales un 20% y, de acuerdo con el 27% de los directivos consultados por McKinsey, su aplicación genera al menos un 5% de los beneficios corporativos.

La expansión de la IA se ha acelerado. Si hace apenas unos años eran el 10% o 15% de las compañías mundiales las que la integraban en sus proyectos, hoy son más del 50%, según Gil. Y la crisis a la que nos enfrentamos no parece que vaya a detener el proceso: “Para poder hacer más por menos, el único camino es la adopción de tecnología. Es una fuerza tan potente que la palanca de la inversión no se puede frenar en un contexto de crisis”. Coincide con él Alejandro Beltrán, presidente de McKinsey en España y Portugal: “Se está invirtiendo más que antes, la crisis no está afectando. Los sectores que más dinero están desembolsando son el de telecomunicaciones, tecnologías de la información y la banca, sobre todo por los riesgos y el compliance [cumplimiento normativo]”.

El uso de los datos inquieta a ciudadanos, empresarios y organismos públicos. Fiascos como el de Facebook Analytics o el hecho de que Elon Musk se plantee renunciar a la compra de Twitter por sus presuntos errores no han hecho más que elevar las reticencias. “Los gobiernos quieren invertir en IA y están poniendo presupuestos sobre la mesa, caso del Reino Unido, pero tenemos que asegurar la regulación para proteger a las personas”, dice Martínez.

Los gobiernos se dieron cuenta del vacío regulatorio existente cuando sus empresas comenzaron a usar los algoritmos y desde hace poco más de cinco años empezaron a preocuparse por este tema, explica la asesora gubernamental. El Gobierno chino no tiene restricciones al desarrollo de esta tecnología y usa el reconocimiento facial genérico, que en países europeos está prohibido porque atenta contra las libertades civiles. “Estados Unidos no se centra en proteger a los ciudadanos con sus leyes, pues está dominado por el lobby empresarial”, aprecia Martínez. De hecho, Facebook tenía tres fugas de datos al año que afectaban a 300 millones de personas. “La regulación tiene un papel que desempeñar”, afirma. “Si hablamos de desplegar leyes, los gobiernos tienen que unirse a las empresas para saber qué hacer”, señala Marced, una opinión compartida por Gil, cuando el 80% de la tecnología está en manos de la industria privada. “Las alianzas geopolíticas del futuro van a tener carácter tecnológico”, prevé.

Geopolítica

Pero el ejecutivo de IBM cree que estamos impulsando el “factor miedo” en torno a la IA, lo que podría terminar limitando su desarrollo. Por primera vez, la tecnología se ha elevado al nivel de la geopolítica, con la UE y Estados Unidos redactando una Declaración de Derechos de IA para guiar y regular el campo, dice. Algo similar ocurrió con la reciente ley de chips en EE UU, al tratar la fabricación de chips como un problema de seguridad nacional, después de la escasez durante la covid que detuvo la fabricación de automóviles, ordenadores, teléfonos…, aprecia Gil, que aboga por que Europa no limite la capacidad de innovación con sus leyes. “La regulación europea no fomenta la innovación y la disrupción como ocurre en Estados Unidos, está enfocada a la protección de los derechos”, coincide Beltrán.

En cualquier caso, “la IA es la tecnología más importante de nuestra época. Influirá mucho en el futuro”, destaca Florian Deter, director general de Microsoft en Alemania. Para los líderes, gran parte del desafío en los próximos años será construir un puente entre los aspectos técnicos y comerciales, y facilitar la confianza con un público que sospecha para qué se utilizan sus datos, según Philippe Sahli, consejero delegado de la start-up Yokoy.

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