
Profesiones del pasado en un mundo del futuro
La desconexión entre la formación universitaria y las competencias que el país necesita. En un país que confía en sus universidades, pero que invirtió solo un 0,39 % del PIB en investigación…
En un país que confía en sus universidades, pero que invirtió solo un 0,39 % del PIB en investigación y desarrollo en 2022, muy lejos del promedio de la OCDE (2,7 %), resulta inevitable hacer una pregunta incómoda:
¿Estamos formando a los profesionales que Chile realmente necesita?
Durante los últimos veinte años, el sistema universitario chileno ha crecido en matrícula, cobertura y financiamiento, pero no en pertinencia.
El énfasis institucional se ha desplazado hacia la sustentabilidad económica —la lucha por el financiamiento estatal, la competencia por atraer estudiantes y mantener aranceles— mientras el propósito formativo parece haber quedado en segundo plano.
En demasiadas aulas se enseña con los mismos contenidos y metodologías de hace décadas, como si el mundo no hubiera cambiado.
Hoy, la mayoría de los egresados universitarios en Chile aprende su profesión ejerciéndola, no en las aulas.
Las empresas —pequeñas, medianas y grandes— terminan asumiendo el costo de formar en la práctica aquello que la universidad no entregó: pensamiento analítico, dominio tecnológico, trabajo colaborativo, inteligencia de datos, comunicación efectiva y comprensión de los procesos reales del negocio.
Un estudio de la OCDE sobre el mercado laboral chileno muestra que más del 40 % de los trabajadores ejerce en áreas diferentes a las que estudió, y que la brecha entre educación y empleo se traduce en pérdida de productividad y frustración profesional.
El título universitario, por sí solo, ya no garantiza competencia laboral.
Formar profesionales sin conexión con la realidad productiva es como construir un puente que no llega a ninguna orilla.
La revolución digital, la automatización y la inteligencia artificial han transformado el mundo del trabajo.
Sin embargo, muchas carreras siguen estructuradas bajo un modelo académico del siglo XX, enfocado en memorizar contenidos y replicar fórmulas, en lugar de desarrollar habilidades cognitivas y tecnológicas adaptativas.
Se forman contadores que aprenden a registrar operaciones, pero no a interpretar los datos que generan.
Se titulan ingenieros comerciales que confían más en planillas electrónicas que en modelos de gestión con inteligencia de negocios.
Y así, miles de jóvenes ingresan cada año a un mercado laboral que ya no necesita solo operadores del conocimiento, sino creadores de valor.
Lo más alarmante es que algunas disciplinas —como la contabilidad— han sido tratadas incluso como “un mal necesario”, una actividad obligatoria, mecánica y burocrática, cuando en realidad son la fuente más completa de información económica que posee una empresa.
No hay decisión inteligente sin datos contables precisos y trazables.
Y no habrá contabilidad estratégica sin una universidad que la enseñe como herramienta de gestión, no como simple cumplimiento.
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El sistema universitario chileno, en su conjunto, ha priorizado la supervivencia institucional sobre la evolución académica.
El tiempo y la energía invertidos en los debates sobre financiamiento (FES, gratuidad, aranceles, acreditaciones) son necesarios, pero no suficientes.
Mientras tanto, la revolución tecnológica avanza, el mercado cambia, y el país sigue sin un plan claro de formación para el trabajo inteligente.
La pregunta es inevitable:
¿Qué tipo de trabajadores estamos formando?
¿Analíticos y creativos capaces de gestionar empresas en entornos digitales, o profesionales del siglo pasado en un mundo que ya no espera?
Las universidades deben asumir que su tarea va más allá de impartir clases: deben formar para comprender, integrar y transformar la realidad empresarial.
La educación sin propósito práctico se vuelve un ejercicio estéril, una simulación de conocimiento que el mercado pronto desenmascara.
Formar para el trabajo no significa renunciar a la formación integral, sino reconciliar la teoría con la práctica, la investigación con la innovación, la universidad con la empresa.
El país necesita profesionales que dominen tanto las bases conceptuales como las herramientas tecnológicas; que sepan usar la IA, analizar datos y traducirlos en decisiones.
Chile no puede avanzar hacia un modelo de desarrollo moderno si sus universidades no reconfiguran su vínculo con el mundo productivo.
El aprendizaje significativo ocurre cuando la educación se encuentra con la realidad. Todo lo demás es repetición.
Desde Transtecnia y el Ecosistema Fintech Contable (EFC), invitamos a las universidades de Chile a repensar el sentido de la formación profesional y abrir espacios de colaboración que permitan integrar conocimiento, tecnología y práctica.
Estamos disponibles para codiseñar programas, pasantías, microcredenciales y experiencias formativas que preparen a los nuevos contadores, ingenieros y administradores para un entorno de decisiones inteligentes, automatización y gestión basada en datos.
El país necesita universidades que formen profesionales competentes, críticos y creativos, no simples portadores de títulos.
El futuro del trabajo no se espera: se educa.
“El mundo cambió. Si la universidad no cambia con él, seguirá formando profesiones del pasado en un mundo del futuro.”
Autor: Jorge Valenzuela F.– Gerente General y Fundador de Transtecnia S.A.
de contabilidad, temas laborales, educación, tributarios e innovación

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